“El acto más revolucionario es intentar ser una mejor persona.”
- Raúl Romero Havaux
Hace tres años, una entrevista de
a Raúl Romero me regalo a un maestro, cuya historia de supervivencia en la sierra, claridad sobre el propósito superior, precisión de pensamiento y palabra, y capacidad para transformar la vivencia en experiencia, a través de la integración de perspectivas, me cautivó profundamente.Al poco tiempo lo conocí en persona. Sin avisar, lo subí a Momentos de Tranquilidad y me motivo a seguir, a transformarlo en una práctica, en un ritual y en lo que es hoy.
Después de caminatas, conversaciones abiertas y profundas, aprendí a integrar perspectivas, a regresar al centro, a parar y escucharme en el silencio, a enfocarme en lo más significativo para mí y también a admirar a mi padre.
Aprendí. Integré. A mi ritmo, subí de nivel.
El Gran Mecanismo se movió con misterio y me acompañó al Camino de la Mente al Corazón. Su presencia tuvo un profundo significado para mí. Fue un recordatorio de estar en el camino, de seguir en mi camino.
Lo impensable era real: compartiríamos el camino a niveles muy profundos, siendo vulnerables al hablar de amor, miedo y vergüenza, creando así una poderosa camaradería mientras nos compartía su sabiduría y maestría.
Al terminar la ceremonia de la reconciliación, se acerco y me dijo: “Tu jefe es un chingón cabrón. Admíralo de verdad, admíralo en vida, junto a ti, y no en su muerte”.
La noche siguiente, con Raúl a la derecha de mi padre, viví un momento sagrado y de máxima expansión, al mostrar mi respeto y admiración a mi padre y, al mismo tiempo, liberarme en una acto de coraje y valentía, y tomar mi lugar frente a él.
Te dejo este muy esperado, revelador y poderoso Momento de Tranquilidad de mi gran hermano, poseedor de la sabiduría y maestría: el audaz, de mente precisa y certera, que no deja escapar ningún detalle; el que conoce los secretos de la naturaleza. El Zorro Plateado de las estepas siberianas.
Querer más y querer mejor - Raúl Romero Havaux
Fuego en el centro. 14 hombres en círculo alrededor, pidiendo más, queriendo más. Un niño solo, un viejo partiendo.
Veo cada vez a más, queriendo más. Más generaciones que quieren más experiencias, más identidad, más forma. Con más apego a más. Más hombres y mujeres explorando más formas de relacionarse y más formas de percibirse e identificarse. Más pantallas distrayendo más, con más historias cada vez más repetidas. Me muevo entre más, que coleccionan más de todo lo que da más felicidad. Más y más, queremos más.
¿Y qué sería de nuestra humanidad sin el impulso a más? De entrada quizá la extinción, porque ¿cómo, sino siendo más, hubiéramos podido sobrevivir en el inicio de los tiempos? Más es un impulso de la naturaleza humana y también del universo que, sabemos, se expande más y más. No tiene sentido dar batalla a esa dinámica que ocurre. ¡Es más! Es gracias a ese apego a más, que nuestras generaciones tienen por primera vez en la historia de la humanidad más de todo que nunca. ¡Gracias, gracias padres, abuelos, bisabuelos y 7,000 generaciones que me preceden porque es gracias a todos sus sacrificios que tenemos hoy más! Y más, como sabemos, es mejor.
Y también… más, como hemos visto, no es necesariamente mejor…
En mi camino he observado que muchas veces cuando pongo mi intención en más, en ese ejercicio de buscar y querer más, crece —paradójicamente— un vacío. Como si la búsqueda de más también fuera menos. Y crece una sensación de que mientras más, menos me acerco a algo que en la intimidad busco. Algo que persigo y que no llega con más por más que lo busque. No sé si eso que busco con más lo puedo siquiera definir desde ahí, desde más. Porque en el camino de más crece una cualidad de alejarme de algo que intuyo que está y permanece en el centro, en el epicentro de todo lo que es más. Ahí donde hay unidad sin necesidad de buscar más. Ahí donde no hace falta hablar ni decir más. Donde el vacío revela profundidad.
Entonces descubro que no se trata sólo de más, sino de mejor. Porque hay profundidad, altura, nivel. Porque permaneciendo ahí se van revelando una infinita sucesión de capas que atravesar y que se requiere de gran valor para permanecer ahí sin querer ir por algo más, por otro camino, por otra solución, por otra forma, por más. Sino permanecer ahí y aprender que así también llega mejor.
Que no se trata sólo de más sino también de mejor. Y que mejor no necesariamente es más de lo que me gusta, sino más también de lo que no me gusta. Que mejor es insistir ahí donde mi presencia y mi atención es requisito y no más donde mi distracción es la fuga.
14 hombres sentados alrededor del fuego, que están ahí porque quieren más y descubren que si permanecen, se abre la puerta a mejor.
Estamos por terminar el año. Un año más. Que no es nada y a la vez parece mucho. Cada año quiero más, en automático. Reflexiono ¿En qué fue este año mejor? ¿Estuve más presente… en el mundo? No sé. Ocupó mi atención la creciente polarización del mundo… que también fue una distracción. Como cada vez que con mi mente me retaba a entender lo que también es muy simple: en la polaridad está la energía. Es el motor de la humanidad y el principio de la pareja. Pero me distraigo analizando, discutiendo, pensando; fuera de mí. Y creyendo que la respuesta que emana de eso es la verdad. Y diseñando mi vida a partir de ahí. A partir de mi distracción.
Entonces trato de regresar a lo simple, a lo que no se mueve en mí. Y pongo atención. De la mente al corazón y de ahí a mi centro, a la tierra. Me acuerdo de mi abuela “La mirada en el cielo y los pies bien puestos en la tierra”. Y desde ahí, sin prisa por resolver lo que no se resuelve, me siento más presente; cambio más por mejor. Y luego, como me sucede seguido, me distraigo de nuevo. Y vuelvo a comenzar. Ahora mido mis años en las veces que cuando me distraigo, regreso. Eso trato al menos. Aunque se me olvide.
Y este año más. Más distracción por la polaridad de las ideas, de las partes, de la moral, de lo que es mejor y único. De lo que me aleja de mí, de mi centro. Vaya batalla.
Regreso al círculo de hombres alrededor del fuego y veo que también hay flores. Hay fuego. Hay hombres y hay flores. Hay miedo y hay valentía. Hay juventud y hay cicatrices. Como en mi vida. Como este año. Y hay polaridad. Hay vida.
Fue un año de más y de mejor. De la mente al corazón a mi centro. Y pudo haber sido mejor, pude querer mejor; ahí en medio de la distracción, de la falacia de querer tener la razón. Pero el centro da miedo porque la pelea no es afuera, es dentro.
Arrieros somos, en el camino andamos y hoy…
¡Aquí vamos!
Escríbele a Raúl en: raul.romero@integraliscg.com
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Contacta a Raúl en: raul.romero@integraliscg.com
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¡Qué bella y humana reflexión de mi compañero, hermano Zorro plateado de las estepas siberianas! En la distracción nos perdemos; en la atención y la presencia nos acercamos a nuestro centro. Nunca es afuera, siempre es adentro. A todos nos pasa. Cuántas veces queremos más, buscamos más de todo, nos distraemos por los senderos de la razón, y al final nos perdemos del único camino que nos lleva a la verdad, que es el camino al corazón. ¡Gracias por esta meditación que nos regalas, querido Raúl!
Enorme Raul!! Gran publicación! Y Mike, me llevo la profunda reflexión de que cuando elijes tu camino, tus maestros llegan, aunque los busques. Me llegó fuerte, porque es cierto!