¿Qué tanta consciencia hacemos del tiempo que nos dedica una persona? Vamos por la vida pidiendo a los demás que nos dediquen un espacio de su tiempo como si este fuera ilimitado, y no lo agradecemos de manera intencional y consciente.
Hay un momento de cambio, cuando decidimos empezar a valorar nuestro tiempo como un recurso limitado en el que entendemos que cada momento que se vive, es un momento que se muere. Respeto mi tiempo y respeto el tuyo.
Cuando alguien me dice “leí tu newsletter”, “escuché tu podcast” o me contestan el post; siempre les agradezco de manera genuina el que regalen a un extraño su tiempo de manera consciente e intencional.
En enero del 2021, mi querido
, sin conocerme y sin ninguna referencia mía, me regaló una llamada de 1.47 hrs. Lo recuerdo con tal precisión porque al colgar pensé “qué wey tan a toda madre me regaló casi 2 hrs de su tiempo”. Fue una de las conversaciones en las que más escuchado me he sentido. Fue conectar con alguien que conocía de otro tiempo, de otra vida y de otra dimensión. No sabía que sería una conversación que me cambiaría la vida.Hoy en día, José, es un gran amigo y maestro que me abrió las puertas a un nuevo mundo en el que, con mucho conocimiento, seguridad y respeto, me llevó a mi profundidad, más adentro de mi piel, a hacer mi trabajo personal y empezar a descubrir el papel que escogí jugar en la matrix desde antes de llegar.
La explicación que les pueda dar de lo que José abrió para mí siempre será limitada; el lenguaje no tiene suficientes palabras para cuando queremos describir emociones y experiencias que nos marcan la vida y representan una muerte y un renacer.
Regresando el tiempo a 2021 y como escribe José en su libro, “Vivir Infinito: Cartas de un Padre Psicodélico a su Hijo”, “todo comenzó con una herida y una búsqueda de la esencia”.
, gracias por esas dos horas. Gracias por ayudarme a resignificar las relaciones más importantes, como la de mi padre. Y sobre todo, gracias porque con tu ejemplo me has preparado para morir y renacer las veces que sea necesario.Solo confío…
Duelo y Curiosidad
Hace algunos años, y durante meses, cuando escuchaba la parte de la estrofa que recuerda “en cada muerte hay un nacer, por eso duele estar tan vivo”, mi garganta se cerraba. Un llanto de emoción estremecía lo que esa verdad absoluta resonaba en mi cuerpo. En cada muerte hay un nacer. Y cuando nos rendimos a la experiencia de morir, entonces abrimos la puerta de lo que representa estar tan vivos. Vivir intensamente es saber que el dolor está presente, quizás por momentos lejano como una sombra amenazante, muchas veces en el desencanto de la realidad cuando se aleja de nuestros anhelos. Vida y muerte, como una tensión sobre la cual existimos y experimentamos.
En los últimos diez años de mi vida, me he volcado a estudiar y comprender la experiencia humana. Lo que nos define, nos inspira, nos frena y nos permite crecer. Esos años han sido también mi muerte, mi renacimiento. Cientos de veces. Y sí, quizás la etapa de mi vida más conectada, cuando más vivo me he sentido y, por lo tanto, no exenta de dolor.
El camino de reconexión implica entender, más allá de una filosofía que alimente a la voz de la razón con una respuesta simple o lineal, las experiencias que nos construyen como seres, como identidades en proceso de cambio, como individuos vinculados, solitarios y al mismo tiempo añorantes del amor y el reconocimiento de otros. Individualistas y empáticos. Ambiciosos y generosos. Contradictorios en nuestra esencia cambiante. Llenos de paradojas que confunden en espirales liberadores a la mente para conducirnos a lo sagrado.
Durante mi formación como economista, partí de observar las premisas, entender las variables, estimar su impacto individual en un contexto cambiante y reconocer la ilusión inocente de buscar predecir el comportamiento humano. Fue años después, en el camino de la psicología, las experiencias en estados alterados o no ordinarios, e incluso al adentrarme en la literatura y la poesía, que comprendí que los supuestos que sostienen la teoría económica no responden a la realidad que somos. Nuestros boicots son más fuertes que nuestros potenciales; nuestras emociones influyen en la profundidad de nuestras conductas como un huracán que deja muy mal parado el supuesto de racionalidad. Somos inciertos a pesar de nuestra adicción al control. Somos incapaces de proyectarnos en el futuro, pero nos la vivimos agobiados por saber en qué nos convertiremos, lo que buscaremos, lo que amaremos, lo que desarrollaremos como potenciales. Atesoramos y defendemos a muerte lo que creemos, lo que valoramos, lo que sabemos, lo que nos enorgullece y los títulos rimbombantes que anteceden nuestro nombre y decoran nuestro currículo, como si algo de eso asegurara un brillo llamativo a nuestras tumbas.
Recuerdo mis anhelos presidenciales al entrar al ITAM. Rápidamente abandoné la idea para enfocarme en ser rico. El plan estaba trazado: trabajar, terminar la carrera, un MBA, una exitosa carrera en el sector financiero (en ese entonces, emprender no era necesariamente el camino aspiracional de los ambiciosos), tener la casa en Valle con un labrador, de 2 a 3 hijos y mi esposa trofeo. Daba tanta paz conocer el checklist de la felicidad.
La vida se encarga de presentarnos la realidad para justamente romper cualquier plan sobre el que apalancamos nuestro bienestar, sobre todo si este se centra en logros exteriores. No fui la excepción. El relativo éxito de mis emprendimientos empezó a mostrar la realidad que escondía mis más profundas motivaciones: el miedo a fracasar. Como una profecía autocumplida, mientras más crecía, más lejano se percibía la sensación interna de éxito y, aún más, la plenitud que prometía.
La incomodidad me llevó a dar un paso a lo que sigue siendo, hasta hoy, mi camino de muerte y renacimiento. Quizás podría ponerlo en términos menos dramáticos: mi paso del miedo a la creatividad, del duelo a la curiosidad. Una trayectoria que comenzó hace 10 años.
Hoy puedo descomponer este ciclo en 4 etapas, que a su vez se construyen de cientos de microciclos con la misma estructura en repeticiones de horas, días, meses o décadas. Procesos que, al hacerlos conscientes, nos conducen a caminos divergentes, a los que los coaches de ahora llaman “transformación”. La posibilidad de elegir. De salirnos del camino trazado para encontrar el deseado. El disclaimer de este modelo, para quienes sueñan con un día llegar a UNA solución que consolide la plenitud y el bienestar, la felicidad hasta que la muerte nos separe por los siglos de los siglos, amén, es que, como el día o la noche, las temporadas y las estaciones, este camino no tiene un fin. O sí. Pero ese final es obligatoriamente un nuevo inicio.
Para el entusiasta que, aun sabiendo que cambiar es una constante, comparto las cuatro fases, dimensiones en donde (también) se experimenta, una y otra vez, la muerte y el renacer.
Empezamos por reconocer los condicionamientos, creencias y narrativas que definen nuestra identidad. Poner atención a nuestras programaciones de escasez, nuestra desconexión emocional, las heridas que se esconden en nuestras justificaciones arrogantes o el miedo-motivación que empieza a cosechar los primeros frutos del boicot de nuestro inconsciente. El éxito que nunca llega realmente porque cada vez estoy menos en paz.
Ahí el primer paso. Poder hacer doble clic a la pregunta: ¿quién soy? ¿Por qué soy quien soy? Permiten al mismo tiempo desarticular estos preceptos y des-identificarme de ellos. No hay muerte más incómoda (dentro del estar vivo) que desprendernos de nuestra identidad.
En mi experiencia en el desierto de cambio de pieles, me descubrí como un ajeno de mi propia realidad. Ya no quería estar en los lugares y con las personas que solía estar, pero tampoco había conectado con lo que sí quería. Formarnos una nueva identidad es imposible, realmente, si no dejamos morir a la versión de nosotros que nos llevó a nuestro presente de desconexión: apegos, trauma, narrativas de victimismo, sobre exigencia, adicción.
Pero la transformación no se consolida como un cambio de ropa, o de trabajo, o de lugar de residencia, ni mucho menos de pareja. Dejar una identidad es como desprendernos de nuestra piel, y cuando yo lo viví, comprendí el profundo peso que tiene nuestro entorno en nuestro autoconcepto. Sí. Yo también era de los que me aseguraba indiferente a la opinión de los demás. Lo que no sospechaba es cuán ligada estaba mi identidad a esos “otros”.
Pero cuando nuestras narrativas cambian, cuando se abren nuevos espacios y caminos insospechados estimulan nuestra conciencia, ahí es cuando llega la segunda etapa de la muerte/renacimiento: las relaciones. Observar nuestros condicionamientos y querer incorporar (llevar al cuerpo) nuestro proyecto de autenticidad sin cambiar nuestras relaciones, no fragua. Personas, objetos, substancias, narrativas, ambiciones. Pareja, familia, alcohol, trabajo. ¿Qué muere, qué sembramos?
En mi camino descubrí que durante años mi presencia estaba en lugares y situaciones muy alejados de donde sospechaba debía estar. Encontrar un camino implica dejar morir apegos para permitir el florecimiento auténtico de las pasiones (esas que nos hacen emocionarnos como niños chiquitos). Dejar morir resistencias permite que nuestra autenticidad determine con quién y cómo compartir nuestra atención. En esos años, me dediqué a nuevas actividades, estudié como loco, leí más. Escribí, conocí personas muy diversas y sentí que mi alma se alimentaba en otros planos. De pronto, el desierto de mi no-identidad se había convertido en una selva misteriosa, abundante de potenciales descubrimientos.
Cuando nuestros condicionamientos y relaciones están en un revuelo, muchas estructuras sucumben, pero la fertilidad de nuevos caminos inspira a abandonar nuestras versiones caducas. Entonces, la tercera etapa se consolida en la manera en que tomamos decisiones. Con nuevas líneas de programación que establecen una nueva identidad, relaciones recalibradas, la calidad de nuestras decisiones mejora. La presencia es la antesala de la sabiduría. Y a mejores decisiones, más sabiduría y viceversa. Elegir en función de nuestra prioridad, de valores actualizados y de las realidades que son (no las que anhelamos). Decidí estudiar una maestría en creación literaria con la idea de alejarme de mis preparaciones académicas alrededor de los negocios o de la psicología, y descubrí la bisagra que unía a ambos. Las narrativas, las historias que conectan la complejidad de nuestro fuero interior con la incertidumbre atemorizante del mundo que nos sostiene. Pero la decisión de adentrarme en ese espacio, escribir, conocer a escritores, leer, aprender de maestros geniales, venía de un lugar diferente a la mente que siempre había palomeado mis "pasos importantes". Este camino lo elegí desde la intuición. Así como también, con esa misma fuerza de saberme en un camino que solo yo podía comprender y caminar, decidí dejar mi puesto como director de mi empresa. Sin un plan. Sin un paracaídas. La intuición insistía: Confía. Así salté el último día del 2019 a un inexplicable vacío lleno de certezas.
Y finalmente, cuando permitimos morir y renacer nuestros códigos identitarios, podamos relaciones con siembras nuevas, accionamos más honestidad al tomar decisiones, es que llegamos a resultados diferentes. Ahí también hay que dejar morir. Dejar morir las expectativas falsas de fama y grandeza, y quizás reconocer también los miedos y las inseguridades que nos proyectan en espacios que distan de nuestro camino. Dejar morir, no a nuestro impostor, a aquella falta de confianza en nuestros potenciales.
Sin estar al tanto de que era momento de cosechar resultados diferentes, llegué a la presentación de mi primer libro el pasado 26 de septiembre. "Vivir Infinito". Las cartas que durante casi 4 años le escribí a mi hijo René atestiguando este salto que a veces resulta imposible de encuadrar en un inicio y un final.
Y ahí estaba, en un salón lleno de personas que quiero. Escuchaba a los presentadores y veía las sonrisas de quienes me acompañaban. Sentí paz y sentí responsabilidad. Sentí mucho reconocimiento, pero puedo intuir lo peligroso de "creértela". Creérmela es matar mi curiosidad de seguir en la duda de quién realmente soy. Reconocerme, eso sí. Recibir los abrazos, las muestras de admiración y cariño. Miguel Guillén me buscó al día siguiente. "¿Lo pudiste festejar? ¿Te emocionaste?" Insistente, como es él, en saber si realmente había disfrutado mi evento. Sí. Le respondí. Pero entiendo ahora que el festejo sabe diferente. Ya no es la respuesta abusiva que compensa el esfuerzo. Ya no es la euforia que imaginaba frente a las grandes satisfacciones. Y está bien. Recibí amor y reconocimiento, pero también la responsabilidad y la claridad de que mis palabras tienen un impacto. Fui consciente de algo que quizás engloba todo lo que aquí he querido expresar: Cuando el compromiso es con el proceso, cuando el gozo viene de avanzar en el camino, si aceptamos y agradecemos los pasos que nos conducen, entonces la felicidad se distribuye uniformemente entre las etapas que construyen un proyecto, que conforman una vida. Y si bien las metas temporales pueden traer satisfacciones, una parte importante de la plenitud ya está integrada en el proceso.
Hace unos días me preguntaban cuál es el problema que intento resolver. El 70% de quienes son económicamente exitosos morirán miserables. ¿Cuál es la solución? Quizás empezar por cuestionar los condicionamientos. ¿Para qué? Seguido de alimentar mis relaciones. ¿Con quién? Perfeccionar mis decisiones. ¿Intención de amor o miedo? Y abrazar mis resultados. ¿A quién serví?
Y volver a empezar.
Una y otra vez.
Hasta que la muerte nos sorprenda tarde, enamorados, y un poco más curiosos.
💭 Something to think about…
Reconciliar tu corazón con tu mente es una puerta a nuevas verdades y realidades.
- José Casas
📚 Vivir Infinito: Cartas de un Terapeuta Psicodélico a su Hijo
A tres meses de ser papá, pienso en este libro y lo considero una guía sobre lo que es verdaderamente importante enseñar y trasladar de la manera más pura a nuestros hijos: la separación, la sanación, el presente cambiante, la identidad y la transformación, la división y la unión, definir el rumbo, la espiritualidad y la presencia, las relaciones, la pareja, la menta, el tiempo y los ciclos, la integración, el espíritu, etc.
Este libro es para todos aquellos que quieren valorar, agradecer, mejorar, cambiar, ampliar y/o resignificar la relación con su hijo o con su padre. Hay quien lo lee pensando en sus hijos, hay quien lo lee pensando en su padre. Una vez que lo leas, vas a regresar una y otra vez porque su contenido será importante hoy en 10, 25 y 50 años. Y más allá de eso, viene desde lo más profundo de un padre que traslada al papel las palabras de su corazón para su hijo René.
Después de la llamada con José en enero del 2021, decidí confiar y participar en este hermoso y retador programa llamado Mind Journey de la mano del equipo de Feel Reborn. Contenido, seguro y en mucha confianza pude romperme, desarrollarme, mejorarme, liberarme y descubrirme. Apto para el guerrero que quiere ir a sentarse consigo mismo e ir a lo más profundo de su ser.
José esta en todos lados, entonces, no será difícil que puedas encontrarlo.
Vivir Infinito en Amazon / Mercado Libre y audio libro en Beek.
- es el newsletter semanal de José. Si lo pongo aquí es porque te lo recomiendo mucho.
Playlist de entrevistas en Spotify (son más de 15 para escoger).
Muchas gracias por tu tiempo.
Que gran reflexión, muchas gracias por compartir palabras tan sabias que no hacen más que resonar en mi interior. Gracias
Brutal el texto! Gracias por compartirlo