Dioscidencias - Piki Martínez
Cuando Miguel me invitó a este espacio, me dijo: “Quiero que te descubras en tu profundidad. El único requisito es abrirte y que tu corazón escriba por ti”.
Acepté y asumí el compromiso de hacerlo con el corazón abierto.
Te quiero compartir quién soy y, sobre todo, lo que he aprendido de mis grandes maestros: los niños con enfermedades crónicas y terminales.
Hace 20 años que soy el Fundador y Presidente de Dr. Sonrisas y de Mundo Imáyina, una asociación para ayudar a niños con enfermedades terminales. Nuestro propósito es transformar el dolor y sufrimiento en momentos de esperanza y alegría.
Cuando platico lo que hago, el comentario más común es: “¡Qué difícil debe ser encariñarte con los niños y saber que muchos de ellos van a morir!”. Y sí, ha sido y es un camino sumamente desafiante, complejo y doloroso, y al mismo tiempo, eso subraya su importancia.
Una vez me preguntaron: “Piki, tú hablas mucho de Dios y, para ti, ese Dios es bueno. Entonces, ¿por qué permite que le dé una enfermedad terminal a un niño?”
Me quedé en blanco sin saber qué responder. Todavía no soy padre y una respuesta desde mi perspectiva puede ser muy superficial. Por lo tanto, decidí hacer la pregunta a nuestra comunidad de Facebook y recibimos más de 800 respuestas. Lo más impactante fue que no hubo una sola con sentimiento de enojo o rencor hacia Dios.
Una respuesta repetida varias veces fue:
Dios no manda enfermedades, nos manda fortaleza para enfrentar esas enfermedades.
Otra persona compartió:
El cáncer nos abrió muchas puertas, entre ellas la del corazón.
Después de 20 años acompañando a estas familias, mi percepción cambió profundamente. Los niños con alguna enfermedad terminal son ángeles muy especiales que Dios nos manda para valorar —algunas personas por primera vez— y agradecer la vida que tenemos al poner todo en perspectiva.
Nos ayudan a comprender que estamos de paso con tiempo limitado y que, en la gran mayoría de los casos, dedicamos nuestro limitado tiempo a acumular a lo grande, aunque sabemos que nada material nos acompañará al cielo.
A los tres días de haber fallecido, alguien más estará sentado en nuestra silla ocupando nuestro título. Nuestros bienes materiales serán repartidos en nuestra familia, nuestra ropa será donada, y olvidamos que aquí, por lo único que vamos a perdurar en el recuerdo es por el tipo de persona que fuimos y lo que hicimos sirviendo a los demás.
La siguiente historia ilustra lo que he aprendido. Hace 10 años conocí a Ezequiel, un niño que se convirtió en un gran maestro de vida. Con el tiempo nos hicimos amigos hasta que me contó su sueño: conocer muchos países o ir a Disney.
Ezequiel nació y creció en Mazatlán. A sus 7 años le diagnosticaron una leucemia muy agresiva. Durante el primer año de tratamiento, la tragedia escaló de nivel; fallecieron su papá y sus abuelos. Al poco tiempo, terminó en cuidados paliativos en un ambiente caótico de extremo dolor tanto para él como para su madre, quien lo acompañó durante meses en el hospital.
Por su estado de salud, sabíamos que era prácticamente imposible sacarlo del hospital; aun así, buscamos sin parar el cómo sí hacerlo realidad. Por algún misterio, el plan empezó a fluir de una manera mágica e inexplicable, dándose a la perfección.
En menos de 15 días sacamos su pasaporte, la cita y aprobación de su visa, la autorización de sus diferentes doctores, hasta la aprobación de la aerolínea y los hoteles. ¡Todo estaba listo! Era un viaje memorable, el primero y único en 21 años de Dr. Sonrisas.
Llevaríamos a un niño por un día y medio a Disney. La vida me sonrió y tuve la fortuna de ser el voluntario que lo acompañaba a cumplir su sueño.
Nunca olvidaré su primer comentario al vernos en el aeropuerto:
“Piki, ¿me puedes pellizcar? Quiero estar seguro de que no estoy soñando”.
Todo el viaje fue curado por intervención divina. Desde la recepción especial de los pilotos y pasajeros que lo recibieron con aplausos y su nariz azul de Dr. Sonrisas puesta, hasta llegar a Orlando y bajar del avión para encontrarnos con algunos personajes de Disney con regalos para Ezequiel. Tuvimos tiempo de ir a comer “salmón gourmet” como quería y comprarle algunos Legos para el hospital.
A la mañana siguiente sería el gran día. Iríamos a Epcot, uno de los cinco parques que tiene Disney en Orlando. Al centro hay una bola enorme que representa el mundo y alrededor tiene diferentes pabellones. Cada pabellón es un país representado por gente de este, vestidos con ropa tradicional, comida local, artesanías, música, etc.
Recorrí con Ezequiel cada uno de los pabellones recolectando sellos de cada país en su pasaporte de Disney. No solo cumplió su sueño de ir a Disney, sino también conoció muchos países.
Al terminar el día, les regalamos 50 dólares para comprar algún recuerdo, pero Ezequiel era un caso especial.
Le dije que podía comprar todo lo que quisiera, sabiendo que podría costarme un dineral. Vaya sorpresa cuando lo vi salir de la tienda con una pequeña bolsa y cuatro cosas. No entendí y le repetí que podía comprar lo que él quisiera, y me respondió:
Piki, solo compré tres llaveros: uno para mi doctor y dos para mis enfermeras. También compré un guante de cocina de Mickey para que cuando ya no esté, mi mamá se lo ponga y cuando cocine se acuerde de mí. No necesito comprar nada más porque sé que lo que compre ya no me lo voy a poder llevar al cielo.
Al poco tiempo, Ezequiel falleció.
A pesar de luchar tanto tiempo contra una enfermedad tan dolorosa y tratamientos tan agresivos, se fue feliz y en plenitud. Al despedirnos, me platicó que su única preocupación era que su mamá se fuera a quedar triste.
¡Cuánta sabiduría de vida en un niño de solo 8 años!
Esas lecciones no las aprendes en Harvard o en el IPADE, y de ahí nace mi conclusión: estos niños son angelitos que Dios nos presta por un tiempo para poner los pies en la tierra y reevaluar nuestras expectativas de la vida. Por lo mismo que son angelitos, su lugar no pertenece a la tierra y deben regresar al cielo.
He atravesado cientos de momentos de dolor y confusión por no entender los porqués de la vida disfrazados en estas injusticias, y también, estos niños me enseñaron a no tener miedo a la muerte.
A pesar de saber que está cerca, no piensan en la muerte ni hablan de ella; al contrario, se enfocan en vivir auténticamente y disfrutar con alegría, el mucho o poco tiempo que les quede.
Estos años me he preguntado, ¿por qué esperar a que una enfermedad o tragedia toque a nuestra puerta para despertar y empezar a vivir, disfrutar y valorar? ¿Por qué gastar nuestro tiempo acumulando y alimentando un deseo interminable de siempre tener más? ¿Por qué quejarnos de la vida que nos tocó y vivirla como una víctima?
Pongamos nuestra queja en perspectiva; solo en México hay más de 25,000 padres de familia atravesando la enfermedad terminal de su hijo en un hospital sin medicinas y sin poder hacer algo para curarlo. Saben que tarde o temprano su hijo se va a ir, y regresarán a casa con uno menos.
Cuando ponemos esto en perspectiva, es fácil entender por qué una persona saludable desea miles de cosas y una persona enferma solo desea estar saludable.
En la vida hay un partido con dos equipos. Tú y yo tuvimos la suerte de que Dios nos pidió jugar en el equipo de los que podemos ayudar (sin haber hecho nada por estar ahí), y no nos tocó en el de los que necesitan ser ayudados. Dios vio algo en ti y en mí, y con nuestras fortalezas podemos ser parte del cambio que el mundo necesita. Al mundo le urge cambiar, y la mejor forma de cambiarlo es siendo la mejor versión de nosotros mismos.
“Las cosas positivas y negativas que generan cambios en la humanidad empiezan por alguien, una persona, y ninguna persona puede hacer todo, pero todos podemos hacer algo, y a veces las grandes ideas marcan la diferencia.”
El paso por esta tierra es para disfrutar y dejar nuestra huella en el mundo. Nos toca encontrar nuestro propósito de vida y lo vamos a encontrar en el servicio. El servicio es también el camino del amor. ¿Conoces la fórmula del amor? El amor es igual a tengo porque doy. (A = T x D)
Miguel le llama a esto el Gran Mecanismo, yo le digo Dioscidencia porque tuvieron que pasar millones de cosas para coincidir en el Mastermind, platicar, conocernos y hoy tener la oportunidad de compartir parte de mi corazón con ustedes. Y para mí, hoy saber que tú estás leyendo esto es una Dioscidencia.
Los dejo con mi frase de vida:
El día que quieras hacer reír a Dios, cuéntale tus planes.
Muchas gracias por leer esto y espero verte en alguna actividad como voluntario.
Tu vida es el mensaje que mandas al mundo, asegúrate de que inspire.
Piki Martínez, Dr. Sonrisas y Mundo Imayina
Conocí a Piki hace dos años, y fue hasta un viaje a Jackson Hole que lo invité a compartir una pequeña parte de su historia en este espacio.
Piki es una de las personas más elocuentes y alegres que conozco. Su día a día está lleno de motivos para perder la confianza en la vida y olvidarse de sonreír, pero, al contrario, nos pone el ejemplo caminando con el corazón en la mano y nos recuerda que, si él puede enfrentar estas historias con una sonrisa, nosotros también podemos sonreírle a la vida.
Un hombre con un propósito de vida del tamaño del suyo esconde uno de los corazones más nobles y fuertes que caminan por esta tierra.
Si te interesa entrar en contacto con Piki para unirte a la causa con donaciones, patrocinios, voluntariado individual o empresarial, conferencias y/o referir a un niño, mándale un mail a andres.martinez@drsonrisas.org.
Te invito a:
Escuchar su historia y descubrir cómo fue que, gracias a un castigo escolar, hoy existen Dr. Sonrisas y Mundo Imayina. Años después, han impactado la vida de miles de niños y sus familias, ayudándoles a abrir el corazón y devolverles la esperanza y alegría de estar vivos.
Sumarte al equipo de los que podemos ayudar y meter un gol. Dona, patrocina, vuélvete voluntario o comparte su historia. Tienes la bendición de estar en el lado que puede ayudar.
Te dejo estas tres entrevistas en Cracks Podcast -
, Revolución de la Riqueza - y Sinergéticos.Links importantes:
Website Dr. Sonrisas y Mundo Imayina
Una fundación que te permite apoyar con recursos, voluntariados o dinero a miles de niños que tienen una condición de salud que pone en riesgo su vida.
Cuentan con 21 filiales en México, 4 en Sudamérica (Paraguay, Colombia, Guatemala y Perú) y 1 en Estados Unidos.
Causas del mes - Inyectando Sonrisas
Con su programa Inyectando Sonrisas, cada mes benefician a niñas, niños y adolescentes con medicamentos, prótesis y equipo médico. En este enlace podrás encontrar las causas del mes y apoyar la que resuene contigo.
Un espacio donde la felicidad se transforma en la mejor medicina para los niños y sus familias.
En Mundo Imayina, los niños, junto con su familia, viven una experiencia llena de magia y fantasía para fortalecer su tejido familiar y transformarse en una familia más resiliente.
Aquí puedes ver los voluntariados de Mundo Imayina para personas, amigos, familias y empresas.
Gracias por compartir.
Servir al prójimo debería de ser uno de los grandes propósitos de vida. Esto se traduce a servir en nuestro hogar, servir nuestro trabajo y servir a la comunidad en la que vivimos.