En enero de 2022, conocí a José Arce, uno de mis grandes maestros del espíritu.
Comencé sesiones individuales con él hace aproximadamente un año y medio. Su palabra amable, consejo sabio y profunda sabiduría han sido fundamentales en los procesos de descubrimiento y resignificación de mi identidad, así como en mi vida personal y profesional.
Nuestras conversaciones e intercambios me ayudaron a transformar las etiquetas personales negativas y limitantes en nuevas posibilidades. Al dejar de etiquetarme, dejé de autolimitarme.
El entendimiento adquirido en cada sesión se hizo cada vez más poderoso. Las piezas del rompecabezas comenzaban a tener sentido: lo que no encajaba lo soltábamos sin forzarlo y lo transformábamos en una nueva perspectiva a integrar; lo que sí encajaba lo alineábamos con mi propósito superior.
Las conversaciones se volvieron cada vez más desafiantes, profundas y constructivas. Entendí que el Gran Mecanismo me brindó la oportunidad de pasar tiempo con este Gran Maestro y comencé a compartir su sabiduría con ustedes, así como a recomendarlo a grandes amigos involucrados en trabajos de transformación avanzada, como mi esposa, Manolo, Paty Kuri, Claudio Schlegel, Humberto Herrera y muchos más (sin ofenderse los que no mencioné), quienes con constancia han logrado redefinirse desde un nuevo lugar.
Nuestra amistad cobró vida y decidí apodarlo "Shifu", como el maestro de "Kung Fu Panda". En chino, "Shifu" significa maestro o mentor, y así es como hablo de él.
Shifu ha sido una de las tres personas más cercanas e influyentes en mi trabajo y desarrollo personal. Además, es un fiel seguidor y fan de Rick Rubin, lo cual nos ha ayudado a transformar el camino espiritual en un camino de creación auténtica desde el llamado del corazón.
Querido Shifu: te lo he repetido en momentos muy íntimos y especiales como el gender reveal de Mateo o en Awarë, pero tu guía y sabiduría han sido pieza clave en mi forma de experimentarme y reconocerme en el mundo. ¡Gracias hermano!
Si quieres conectar con Shifu, búscalo en:
🔮 Dejar de etiquetar todo, te abre a un nuevo mundo de posibilidades.
Ya que he sido un testigo muy cercano del proceso de introspección de Miguel, me atrevo a iniciar esta reflexión diciendo que ha hecho - y sigue haciendo - un gran trabajo de resignificación de su vida, abriéndose a la oportunidad de redescubrirse.
He leído prácticamente todas sus entregas y siempre quedo admirado por el compromiso y la profundidad con que comparte los aprendizajes que han influido en la construcción de su propia concepción de la vida a partir de enfrentarse a él mismo.
Pero para que ese trabajo haya dado frutos, hubo que atravesar desafíos importantes. Como, por ejemplo, el poner en duda nuestras propias convicciones y paradigmas. El buscar y, ocasionalmente, encontrar y adoptar nuevos entendimientos que no nos dejan más opción que romper o soltar viejas creencias que sostenían nuestra identidad.
Por eso, siguiendo esa línea y honrando su trabajo y su invitación, voy a compartir una clave que me ha sido de gran provecho en mi propio proceso de auto observación y desarrollo personal. Y que además he notado, gracias a los testimonios de los clientes que acompaño, que se puede llevar a la práctica sin mucha complicación.
Hace ya unos años cuando hacía mi maestría de Liderazgo, tuve la oportunidad de interactuar con colegas y profesionales de alto desempeño de procedencias geográficas y educativas muy diversas que enriquecían el contenido del programa aportando diferentes problemáticas. Y a medida que discutíamos más e intercambiábamos con más profundidad nuestros puntos de vista, yo empezaba a notar más parecidos y puntos en común que diferencias y desencuentros. Una de las cosas que emergió de forma evidente, como un patrón generalizado, es la inclinación natural, casi automática, que tenemos por etiquetar las cosas. Por irnos a los extremos. Por definir si algo es bueno o es malo sin considerar el contexto. Cuando, en realidad, es el contexto lo que le da sentido y valor a las cosas.
Hoy entiendo que esa práctica nos limita, nos impide ver la película completa y, por lo tanto, llegar a nuevas conclusiones.
Tenme paciencia, trataré de ser lo más claro posible.
Uno de esos días, la chispa que encendió la conversación fue el compartir con honestidad las dificultades que nos amenazaban en el ámbito laboral y cómo la concepción que tenemos acerca de quienes somos influye en nuestro desempeño. Pero no solamente en el campo profesional, sino también en nuestras relaciones familiares, e incluso en la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos.
La idea que yo tengo de quien soy, la etiqueta que me asigno -soy persistente, soy analítico, soy distraído, soy influenciable- me afecta en todas las áreas de mi vida y me ‘convierto’ en aquello que me digo que soy, tal como sucede con las profecías auto-cumplidas.
Y aún nos atrevemos a ir más allá. No basta con etiquetarnos. Sino que, valga la redundancia, etiquetamos esa etiqueta.
Digamos que te defines como persistente. Pues notarás, que a esa característica le asignas un valor y, entonces, le llamas cualidad o defecto. Y, nuevamente, te limitas. Porque nuestras características no son intrínsicamente buenas o malas. Son simplemente eso: Características.
Para darle más claridad al punto, te invito a hacer un ejercicio en este momento. Piensa durante unos segundos, en una característica que sientas que te representa a cabalidad. Imagina que tienes que contarle a otra persona como eres, y para hacerlo debes recurrir a la elección de una sola. ¿Cuál eliges? Piénsalo. Con honestidad. Este ejercicio es para ti. No hay manera que lo hagas mal. // Ok. Ahora que la has identificado puedes notar que esa particularidad a veces te juega a favor y otras te juega en contra, que a veces te ha ayudado y te ha impulsado en tu vida para avanzar, y otras te ha frenado, te ha perjudicado y también te ha incomodado. Entonces la interrogante es, ¿La puedo calificar como buena? ¿O como mala? ¿Es una cualidad o es un defecto?
Todos estos rasgos que nos conforman no son en sí mismos buenos ni malos. Si bien es cierto que la mente intenta siempre poner todo en cajitas para que le podamos dar sentido al mundo, el catalogarlo de esa forma no es tan provechoso como pensamos. Porque al hacerlo estamos decidiendo el valor que nos damos a nosotros mismos: Soy dotado o soy defectuoso.
Por ello, es muy constructivo explorar un cambio de paradigma. ¿Qué pasa si en lugar de definir nuestras características como buenas o malas, las valoramos como útiles o no útiles?
Así como al analizar la característica que elegiste, te diste cuenta que en algunas circunstancias te es muy útil y que en otras no te es útil, puedes notar que lo que hace que su valor vaya variando son las situaciones, contextos o relaciones en las que haces uso de ella.
Entendiendo esto, puedes integrar en armonía aquellas variables que conforman tu identidad sin pelearte con ninguna. Haciéndote consciente que depende de ti cuándo hacer uso de ellas para que sean una expresión virtuosa de quien eres y de los recursos que tienes sin la necesidad de anular esa parte de tu ser.
La idea es mantenernos abiertos a todas aquellas características que habitan en nosotros para que las podamos observar sin juicios y seamos capaces de utilizarlas dependiendo de la ocasión, como si formaran parte de una caja de herramientas personal.
Si, por ejemplo, te defines como terco, es posible que lo catalogues como un defecto. Pero, ¿Cuántas veces el ser terco con tus ideas, te ha llevado a convencer a otros para perseguir tus sueños y tus ilusiones? En ese contexto, se siente más como una fortaleza, ¿Verdad?. Por otro lado, si por ejemplo te reconoces como optimista, es posible que lo valores como una cualidad. Pero, ¿Cuántas veces has ‘pecado’ de optimista esperando que todo salga bien cuando objetivamente ningún indicador hacía pensar eso? En esa realidad, se siente más como una debilidad.
En la medida que ajustas esa mirada acerca de quién eres, y aceptas que todo aquello que te compone lo puedes integrar para avanzar y desarrollarte en la dirección que mejor te represente, le sacarás provecho a todas tus partes.
Así tendrás nuevos elementos que te ayuden a experimentar la vida desde un profundo sentido de apropiación, desde la aceptación de ti mismo, pero sobre todo reconociendo que posees todo lo necesario para avanzar y para construir aquello con lo que te comprometas sin anular ninguna de tus partes, y sin olvidar que todo lo que necesitas ya está en tu interior.
Sin etiquetas. Permaneciendo abiertos a lo que la vida nos vaya presentando.
💭 Something to think about…
“Yo soy así” es una negación a la oportunidad de vivir y experimentarnos en este plano. Es decidir dejar de aprender y crecer, y significa que ya llegué a mi máximo porque ya no veo espacio ni posibilidades para mi propia evolución.
- José Arce
Gran reflexión de nuestra inflexión mental. Gracias
Shifu el Gran Maestro ✨